RECUERDOS DE FERNANDO MARTINEZ GONZÁLEZ |
LA
CAFETERÍA
Ya he contado en otras ocasiones los horarios de las Escuelas
y cómo empleábamos nuestro tiempo libre.
La puerta de las Escuelas de Cristo Rey, aunque tenía
portero, estaban siempre abiertas durante el día
y podíamos salir cuando nos apetecía.
Una veces a jugar en las eras grandes, (había dos,
una, la grande, enfrente del colegio cruzando la vía
del tren y otra más pequeña en la calle
Erillas, más abajo del colegio). Otras veces a
comprar, cuando había algún dinero, a una
pequeña tienda a la izquierda de la carretera de
León, ahora Avenida de Gijón.
Era una tienda más bien pequeña, donde tenían
de todo, legumbres, frutas, sobre todo melones, unos ricos
y baratos bocadillos de tocino, golosinas, entre ellas
el llamado regaliz, con el que con una pequeña
botella de agua y agregando unos cachos de regaliz y dejándolo
de un día para otro, haciamos un liquido parecido
a la Coca-Cola, pero sin gas.
También bajábamos hasta la Fábrica
de Harinas junto al Puente Mayor a comprar recortes de
galletas y hostias.
Otro entretenimiento, era buscar lagartos, que los había
bastante grandes y con ayuda de una hoja de afeitar los
pelaban y quitaban las tripas, asandolos en las estufas
que teníamos en las clases. Yo nunca participé
en esta tarea, en primer lugar, porque me daba pena por
el lagarto y también por que me daba asco.
Todo esto en horas de recreo o fiestas que es cuando teníamos
tiempo libre.
Uno de esos días, corrió la voz por el colegio
de que habían encontrado un hombre ahorcado en
una torre metálica de la luz, al final del Canal
de Castilla y faltó tiempo para bajar corriendo
a verlo. Era la primera vez que yo veía un muerto
ya que la segunda fue un compañero que murió
en el hospital.
(El único niño que falleció en mis
cinco años de estancia en Cristo Rey).
Y paso al relato principal de este recuerdo:
Uno de los días libres, uno de mis amigos, puede
que fuese Víctor García, -que está
en una foto que os mandé en uno de mis relatos-,
nos fuimos a dar una vuelta por el Campo Grande y a ver
los trenes en la estación. Ya de regreso hacia
el colegio, subimos por la calle de Santiago, aunque también
podía ser por Duque de la Victoria, la memoria
a veces no dá para tanto.
Nos paramos ante el escaparate de una pastelería
que también era bar y nos quedamos mirando los
ricos pasteles, sobre todo los llamados "napolitanas"
que a mí me encantaban, cuando sentimos unas manos
sobre nuestros hombros.
Al volvernos, vimos a una señora algo mayor y que
sonriente nos preguntó que si nos gustaban los
pasteles. Al decirla que sí, mucho, nos indicó
que pasáramos a la pastelería y nos sentamos
en una de las mesas. Nos pidió para nosotros, un
vaso de leche y un suizo y para ella un té.
Mientras nos lo tomábamos, nos preguntó,
aunque se lo suponía, si éramos de Cristo
Rey. La contestamos que estaba en lo cierto y nos comentó
que ella pertenecía a la Asociación de Damas
de Cristo Rey, (creo que era algo así) y que se
encargaban de conseguir y proporcionar ropa de vestir
y de cama a las Escuelas de Cristo Rey.
Aquella tarde, aunque perdimos la merienda del colegio,
merendamos mejor que nunca y siempre me acordaré
del detalle de aquella buena mujer.
Es un recuerdo para algunos de poca importancia, pero
para mí mucha, pues en aquella época, tomarse
un vaso de leche y un suizo, tenía una gran relevancia.
Ya seguiré contando más cosas de aquellos
tiempos, hasta que agote mis recuerdos.
Un saludo,
Fernando
Martínez González
Diciembre de 2017
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VALLADOLID EN EL RECUERDO
De mis paseos por la ciudad, guardo bastantes recuerdos de lugares que, en mi
última visita, vi que habían cambiado o desaparecido, cosa que me produjo algo
de pena y pienso que a los pucelanos, les pasará lo mismo.
Del colegio tengo buenos y malos recuerdos, pero de la ciudad de Valladolid, los
recuerdos son buenos.
Como ya comente en otros envíos, teníamos libertad para ir a la ciudad, tanto los domingos como los festivos y ya en los años 1949 y 1950, al trabajar en la calle
Arribas, número 2, lo hacía a diario.
Uno de mis sitios que visitaba algunas veces, era un frontón situado en la calle
Expósitos y pasaba a ver jugar a la pelota vasca, pues desde pequeño me han
gustado casi todos los deportes. Creo que sigue existiendo, pero ya sin uso.
Otro recuerdo era la Plaza de España, donde ponían un mercadillo y creo que lo
siguen poniendo por las mañanas, pero la plaza ha cambiado desde entonces.
Algo fascinante para mí, era la calle Miguel Iscar. Me gustaba la casa de Cervantes,
pero sobre todo,pensar que por debajo de la calle pasaba un río. (El río Esgueva).
Para mis pocos años, 12 a 15, era una cosa impresionante y fabulosa.
¿Cómo podían meter un río debajo de una calle?.
Otros recuerdos son por ejemplo, el mercado de estructura metálica de Portugalete,
enfrente de donde yo trabajaba y que lo vi convertido en unos jardines y un parking
subterráneo. (Donde yo trabajaba y aprendía, hoy es un pub llamado Pispas Bar).
También el del Val, aunque este lo han restaurado y parte es un supermercado.
Que se puede contar de la Plaza de Poniente, donde he jugado montones de veces
entre las estatuas de entonces: Pinocho, la lechera con su cántaro roto, Pipo y Pipa y otras, que posteriormente las cambiaron por y finalmente, según he leído,
destrozadas por gamberros que disfrutan haciendo daños.
Otro lugar que frecuentaba era la Plaza de San Pablo, admirando su hermosa fachada y para mi mente, la fabulosa ventana donde nació Felipe II.
Como es lógico, el Museo de Escultura de San Gregorio, donde me gustaba en
especial la cabeza de San Juan Bautista sobre una bandeja y una figura grande
de María Magdalena por lo maravilloso que estaba hecho el traje, imitando el
entramado de tiras vegetales.
Sobre el museo recuerdo un hecho que me sucedió:
Por las Escuelas solían
pasar de vez en cuando, algunos sacerdotes de paso a otros destinos y se
quedaban en Cristo Rey unos días. Uno de esos días, sería sobre 1950, el Padre
Mariano, sabiendo que yo conocía el Museo de San Gregorio, me pidió que
acompañara a un sacerdote a visitar el Museo. Bajamos a la ciudad, visitamos el museo y a la salida, en el bar del museo me invitó a tomar un vaso de leche con
un bollo. Al ver como lo devoraba, me pidió otro más, lo que me supo a gloria.
(Hay que tener en cuenta, que en aquellas épocas, dos vasos de leche y dos bollos, eran algo extraordinario y que ahora os parecerá una ridiculez).
Salvo los malos momentos pasados en el colegio, de Valladolid guardo un grato recuerdo, siendo para mí la segunda ciudad preferida, después de Madrid,
lógicamente.
"El progreso es necesario, pero cuantas cosas y recuerdos se lleva por delante
el progreso..."
Un saludo,
Fernando
Martínez González
Febrero de 2018
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NOTA: El Norte de Castilla ha publicado hoy, con motivo del desmontaje de la nave usada para albergar los puestos del Mercado del Val, un interesante reportaje fotográfico con fotos de la Plaza del Poniente desde el año 1933 a la actualidad.
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