Al
llegar el verano o el invierno, siempre me acuerdo de
esos años viviendo en la ciudad del Pisuerga.
A pesar de que en Madrid también hace calor y frío,
no se puede comparar con el clima de Pucela.
En el verano, en los años 49 y 50, al estar trabajando,
(aprendiendo), en la calle Arribas, tenia que hacer cuatro
viajes cada día.
Por la mañana, después del desayuno, los
aproximadamente dos kilómetros que separan las
Escuelas de Cristo Rey de la calle Arribas. A medio día,
regreso al colegio para comer y después otra vez
al taller y a la Escuela de Artes y Oficios, que si no
me falla la memoria, estaba en la calle Leopoldo Cano
y terminadas las clases, otra vez de vuelta a las Escuelas
a cenar y dormir.
En total alrededor de ocho kilómetros diarios,
claro que con 14 y 15 años, era un paseo, pero
con calor o frío era una tortura.
Del calor del verano, comentar que al pisar el asfalto
estaba reblandecido y que era necesario ir buscando la
zona de sombras.
Circulaba un autobús desde la Plaza Mayor hasta
San Cristóbal - Barrio de La Victoria, junto a
la estación del "tren burra", pero no
había medios económicos para usarlo y tampoco
merecía la pena, pues era medio camino.
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El invierno era otro cantar. El frío "de bigote"
y nosotros casi sin ropa de abrigo.
Una camisa, la cazadora, pantalón corto y alpargatas.
En esta estación, casi siempre la mayoría
padecíamos de sabañones en las manos y el
único remedio que teníamos era al orinar,
rociarnos las manos con nuestro orín. Un poco asqueroso,
pero sumamente necesario.
Y no hablemos de los días que nevaba. Había
que "atarse los machos" como se suele decir.
Unido a todo esto, el hambre que pasábamos, porque
aunque teníamos desayuno, comida, merienda y cena,
eran escasos y de poco alimento.
Yo no lo pasé tan mal, pues como ya comenté,
tenía una taberna-restaurante junto al Ayuntamiento,
donde me suministraban bocadillos, que luego pagaba mi
familia y los que me daba el maestro y dueño del
taller, Miguel Trapote, padre del escultor vallisoletano
Jesús Trapote, por la mañana.
Pero el frío y el calor, no me lo podía
quitar nadie.
Algunos ex-compañeros con los que tengo contacto,
reniegan de las Escuelas y opinan que fueron los peores
años de su vida. Hace años, yo pensaba igual,
pero ahora pienso que era fruto de la época, que
fue una etapa más de mi vida, con penas pero también
con algunas alegrías. Los partidos de fútbol,
el cine en el Colegio San José y la calle Muro,
los veranos en Santander y otras cosas que recuerdo, que
no fueron tan malas.
¿Quién no lo pasó mal en aquellas
décadas de la posguerra?.
Fueron años de penurias, pero sirvieron, por lo
menos en mi caso, para conseguir una pequeña cultura,
una educación y aprender a baldearnos en la vida.
Los de vuestra época, puede que también
tuvierais problemas, aunque no tantos.
Un saludo a todos los que sigan mis relatos, Fernando.
(Si alguno desea hacerme alguna
pregunta o mandarme algún comentario, tenéis
mi correo electrónico a vuestra disposición:
fernmartgon@gmail.com).
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Fernando
Martínez González
Octubre de 2018
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